"Cuando dejamos de pensar principalmente en nosotros mismos y en nuestra propia autopreservación, experimentamos una transformación verdaderamente heroica de la conciencia" —Joseph Campbell
Aunque a penas a transcurrido una semana y media desde que empecé el desafío ¡Adiós Barriga!, estoy convencido que fue la decisión correcta.
En este vídeo cuento las razones por las cuales me decidí a lanzarme al agua, también te hago una invitación muy especial. ¿Me acompañas?
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"El problema de no tener una meta es que puedes pasar tu vida corriendo por el campo y nunca anotar" —Bill Copeland
La primera semana semana de desafío la considero exitosa. Aunque esperaba bajar un poco más de peso, la reducción del perímetro de mi barriga fue pronunciada.
Esto puede significar que perdí grasa y que gané un poco de músculo. De ser así, estaría en el mejor de los mundos; esa es la forma ideal de ir eliminando el exceso de grasa. También cuento a grandes rasgos en el vídeo que es lo que estoy haciendo para dejar atrás el sobrepeso.
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La de hoy es una magnífica frase de Robert Louis Stevenson: "Se lo que eres y conviértete en lo que eres capaz de llegar a ser".
Esta frase resume la que ahora es mi filosofía de vida y creo que si nos guiamos por ella, hay muchas posibilidades de que terminemos viviendo una gran vida. Lo que somos ahora, es este momento, ya, es suficiente. Lo que hayamos hecho, lo que hayamos sido en el pasado, no importa. No importa si la pereza y la procrastinación hasta ahora te han venido propinando una derrota tras otra. No importa si hasta ahora has estado viviendo muy por debajo de tu potencial. No importa si has realizado numerosas salidas en falso. Lo hecho, hecho está. Castigarte por el pasado no sirve de nada, nada soluciona. Lo único que que hace es agregar sufrimiento innecesario al ahora. Ahora bien, si has cometido algún error y puedes repararlo o pedir una disculpa, debes hacerlo. Pero si es algo que sobre lo que nada puedes hacer ahora, lo mejor es dejarlo atrás. El pasado no se puede modificar, por ello, el remordimiento no ayuda para nada. La segunda parte de la frase, «conviértete en lo que eres capaz de llegar a ser», debería ser, en mi opinión, la norma que guía nuestras vidas. Para mi vivir se trata de crecer, de desarrollar nuestras capacidades tanto como podamos. Todo lo demás está condicionado por el nivel de nuestro desarrollo personal. Que tan buenos profesionales, padres, esposos, amigos... somos, depende del grado de desarrollo de nuestras cualidades. Concentrémonos entonces en lo que podemos hacer AHORA para llegar a ser tan perfectos como podamos llegar a ser.
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"Tienes que establecer metas que están casi fuera de tu alcance. Si estableces un objetivo que es alcanzable sin mucho trabajo o pensamiento, está atascado con algo por debajo de su verdadero talento y potencial" —Steve Garvey
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Perder peso es muy difícil. Pero perderlo y no recuperarlo es un desafío descomunal. Las estadísticas son contundentes y desalentadoras. Según algunas investigaciones, más del 95% de las personas que pierden peso lo vuelven a recuperar en poco tiempo. La razón de ello es que nuestro cuerpo lucha con gran fiereza para recuperar la grasa perdida. El metabolismo de alguien que ha reducido de forma notoria su peso, se hace más lento y consume menos calorías. Una persona después de adelgazar debe comer ¡entre 500 y 700 calorías menos! que otra de su misma edad y constitución física para mantener el mismo peso. 500 calorías menos significa que se debe ser muy riguroso con lo que se come, y que hay muy poco espacio para los deslices. Una temporada de indulgencia, de excesivo comer, se paga muy caro. Ay, no lo supiera yo. Hace ya varios años tuve un gran sobrepeso, llegué a alcanzar los 108 kilos. Gracias a un esfuerzo constante me puedo contar entre el 5% que han perdido peso de manera exitosa. Con sus más y sus menos, me las he arreglado para permanecer 20 kilos por debajo de la cifra máxima. Pero como lo dije antes, los descuidos son costosos. El verano pasado estuvieron algunos de mis familiares de visita y no me privé ni de comida ni de bebida. Las consecuencias de tanta alegría todavía las cargo encima, aumenté cerca de seis kilos que aún no he perdido. Si no los he perdido no ha sido por falta de esfuerzo, después de su marcha volví a mi severa rutina de dieta y ejercicio, pero los resultados no han sido los esperados. Dado que mi metabolismo es más lento, el cuidado que debo tener con la alimentación para perder peso debe rayar en la perfección. Un fin de semana cargado de eventos sociales puede echar a perder el esfuerzo de toda la semana. Aunque puede parecer que tanto cuidado con la comida es un gran sacrificio, ya no lo es para mi. Ahora disfruto comer de manera saludable. Nuestro cuerpo agradece de forma notoria si lo nutrimos apropiadamente, el estado de ánimo y los niveles de energía son más altos cuando se come bien. Además, gracias a ese estilo de vida llevo más de cinco años sin tener que ir al médico, no he pillado ni siquiera una gripe. Parece ser cierto lo que dicen algunos especialistas: «el 95% de lo que somos se debe a lo que comemos». Ahora bien, que sea difícil perder peso y mantenerlo alejado no significa que sea imposible, tampoco que se deba dar la batalla por perdida. Es cierto que ahora me está costando mucho más reducir los kilos ganados, pero en otras ocasiones, con un poco más de disciplina, lo he conseguido. Así que la solución es más trabajo y mayor rigor, tendré que disminuir al mínimo los días de barra libre y los días que me salto el ejercicio. Mucho he hablado aquí sobre la necesidad de establecer metas desafiantes y entregarnos a su conquista con fervor. Pues bien, dejar atrás de manera definitiva el sobrepeso que aún me acompaña es una de esas metas que a su vez inspira e intimida. La probabilidad de fracaso es muy alta. Pero si quiero ser consecuente con lo que tantas veces he predicado aquí, no debo encogerme ante el desafío. Así que durante los próximos cuatro meses (17 semanas) estaré librando la colosal lucha por perder entre 10 y 12 kilogramos de peso. Mi idea es ir compartiendo, al menos una vez a la semana, como va avanzando todo el asunto. Contar que está funcionando y que no de la estrategia elegida. Mi peso actual es de 89 kilogramos; el objetivo es estar de aquí al 23 de mayo al menos 79 kilos de peso. Si es menos, mucho mejor. Entonces mis estimados amigos, voy a necesitar el apoyo de todos ustedes, la batalla que ahora comienza va a ser magnífica. Pronto habrá nuevos reportes desde las trincheras. De antemano, muchas gracias por sus buenos deseos.
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"Sé lo que eres y conviértete en lo que eres capaz de llegar a ser" —Robert Louis Stevenson
Yo creo que en nuestro interior, todos quisiéramos llegar a ser como Robert Louis Stevenson, una fuerza de incorregible audacia y espíritu aventurero.
El autor de clásicos como La Isla del Tesoro y El extraño caso del doctor Jekyll y el señor Hyde, durante su vida corrió grandes riesgos persiguiendo audaces sueños. Un día mientras caminaba por las calles de París, vió a través de la ventana a una hermosa joven que dentro de la casa compartía animadamente con otras personas. Pues bien, al osado Stevenson no se le ocurrió otra cosa que entrar por la ventana y presentarse. Por fortuna, su gracia y simpatía causaron una buena impresión en los tertulianos y terminó siendo acogido con agrado. La atractiva joven, que quedó aún más impresionada, terminó casándose con el. Aunque ese final feliz solo llegaría después de superar grandes obstáculos que estuvieron a punto de costarle la vida al valiente Stevenson. Para el inmortal escritor, una derrota, después de haberlo intentado con valentía, eran tan honrosa como la victoria. Y la peor derrota era la cobardía. Así lo expresó en el siguiente párrafo de sus exquisitos Ensayos: El rehuir una ocasión para ejercitar nuestras virtudes es un fracaso en mucho mayor grado que el caer tras una valiente arremetida. Está muy bien que roguemos a Dios que no nos deje caer en la tentación; pero no está bien que nos escondamos de las que nos llegan.
Como no podía ser de otra manera en un aventurero como él, Stevenson creía en la gran capacidad del ser humano conquistar formidables triunfos, sabía que dentro de nosotros residen los recursos para darle forma a nuestro destino:
Hay mucho asuntos en los cuales podemos acechar al Destino y obligarle a rendirse a nosotros. Capacidad de trabajo, altura de pensamientos, afán aventurero y muchas otras cosas que forman el bagaje espiritual de esta o aquella persona, están al alcance de cualquiera si es osado y sabe esperar.
Aunque tenía gran confianza en sus facultades, no era ingenuo. La vida le había enseñado que el fracaso era una posibilidad que siempre estaría presente.
Si, debemos lanzarnos a la conquista de grandes empresas, pero debemos hacerlo con los ojos bien abiertos. Una cosa es encarar los desafíos con ingenuidad y otra con un realismo pragmático. Por ello Stevenson hacía diferencia entre esperanza y fe. La esperanza es ingenua y se deja llevar por coloridas ilusiones. La fe, por su parte, considera la victoria posible, pero también cuenta con el fracaso y las dificultades: La esperanza es como un mozo aturdido y arrojado, buen muchacho, bueno para matar moscas con los famosos polvos. La fe es el hombre maduro, grave, experimentado y, sin embargo, sonriente. La esperanza vive en la ignorancia; la fe, de ojos abiertos, está basada en el conocimiento de nuestra vida, de la tiranía de las circunstancias y de la fragilidad de las resoluciones humanas. La esperanza busca éxitos inmoderados. La fe cuenta con el fracaso y considera la derrota con honor como una forma de victoria. La esperanza es un amable viejo pagano; la fe creció en días cristianos y aprendió pronto la humildad. Bajo la influencia de una, el hombre se indigna de no poder alcanzar de un golpetazo las cumbres del refinamiento y la virtud. Bajo la otra, por la conciencia de sus flaquezas, el hombre está pleno de confianza por el solo hecho de que un año haya llegado, y haya pasado, y el conserve todavía algunos de sus jirones de honor. Por la primera, espera que su mujer ha de ser un ángel. Con la segunda sabe que es semejante a él: falsa, casquivana, sujeta a error; pero que, está está llena de un forcejeante irradiar de cosas mejores y adornada de poco aparatosas cualidades… que nosotros mismos somos un conjunto de imperfección, y que, sin embargo, hay algo en nosotros digno de estima y de ser conservado… Pensando de este modo, nuestras propias faltas se nos harán más llevaderas y estaremos prontos a perdonar las flaquezas de nuestros amigos.
Los Ensayos de Robert L. Stevenson son una delicia en su totalidad, con seguridad que tendremos por aquí algo más de su exquisita sabiduría.
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"Cada persona considera los límites de su propio campo de visión como los límites del mundo" —Arthur Schopenhauer
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Que tan lejos puedan llegar tus pensamientos, es lo lejos que podrá llegar tu vida. Si tus pensamientos se extienden hacia vastos horizontes, podrás disfrutar de un apasionante viaje infinito. Por el contrario, si la distancia hasta la frontera de tus pensamientos se mide en metros y no en eternidades, el viaje será corto. En nuestra mente habitan ideas limitantes que, aunque jamás las hemos puesto a prueba, aunque jamás hemos indagado su veracidad, las damos por ciertas. Peor aún, muchas veces, aunque están presentes y gobiernan nuestra vida, no nos damos cuenta de su existencia. Una mañana cualquiera iban un par de peces jóvenes nadando y conversando alegremente, cuando pasaron cerca de un viejo pez, este les dijo con simpatía, «buen día chicos, ¿qué tal el agua?». La pareja de jóvenes peces saludaron al anciano y un poco más adelante uno se voltea y pregunta, «¿qué es agua?». De igual manera ocurre con algunos de nuestros pensamientos limitantes, están tan cerca de nosotros que su presencia nos pasa inadvertida. Como la gravedad, ejercen su poder de manera invisible, no nos damos cuenta de que están ahí, pero su control es implacable. Es que no tengo la educación suficiente; es que si no tengo un diploma, no se puede; es que me faltan las conexiones; es que no tengo dinero; es que ya soy muy mayor; es que todavía estoy muy joven… El número de ese tipo de excusas que nos mantienen anclados en tierra, y que nos impiden volar tras nuestros sueños es enorme. Nuestro deber, si queremos vivir una vida heróica e inspirada, es ir erradicando esos pensamientos limitados que no nos dejan alzar el vuelo y elevarnos hasta las alturas donde residen las aves más libres y esplendorosas del planeta. No olvidemos que esas aves visionarias que han realizado grandes obras, que han conocido dulces victorias, son tan humanos como nosotros. También han dudado de ellos mismos, también sintieron miedo. La incertidumbre a veces les pareció insoportable. Pero siguieron adelante, no se dejaron vencer por falsas limitaciones y avanzaron obstinados hacia sus metas. Mi mente ha sido territorio fértil para que surjan ideas limitantes de todo tipo. En el pasado creía que los triunfos extraordinarios estaban al alcance de solo unos pocos escogidos. Para el resto de nosotros, las personas ‘comunes y corrientes’, esas cosas eran inalcanzables. Deberíamos, entonces, conformarnos con vidas más terrestres, más realistas. Sin embargo, mientras leía sobre la vida de esos ilustres personajes, una a una, esas ideas limitantes que moraban en mi cabeza iban revelando su falsedad. Una y otra vez encontré ejemplos de personas que habían triunfado a pesar de condiciones mucho más adversas que la mia. No era el dinero, la inteligencia, las conexiones, o la edad lo que determinaba el éxito o el fracaso. Eran la pasión, la determinación, la diligencia y, sobre todo, la paciencia. Superar grandes desafíos, conquistar audaces metas y vivir una vida aventurera y apasionante es algo que solo está al alcance de aquellos atrevidos que osan soñar en grande; es decir, de todos nosotros. Así que limpiemos la maleza de nuestra mente para que florezcan nuestros más hermosos sueños.
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"Solo quien ha aprendido mucho puede comprender su ignorancia" --Louis L'Amour
Louis L’Amour vivió una vida fascinante y fue también un personaje fascinante.
La popular estrella de cine norteamericano, John Wayne, dijo de él que era «el hombre más interesante del mundo». Al momento de su muerte en 1988, L’Amour era considerado uno de los escritores más populares del planeta. Fue también uno de los más fecundos; dejó como legado 89 novelas, 14 colecciones de cuentos cortos y dos libros de ensayo. Gracias a la popularidad de sus libros, L’Amour adquirió gran riqueza y vivió sus últimos años de manera cómoda, pero sus inicios fueron bastante duros. Cuando estuvo en edad de empezar a ganarse la vida, Estados Unidos estaba atravesando una devastadora crisis económica, La Gran Depresión del 29. Los empleos eran escasos y ganar el dinero necesario para una subsistencia precaria era una labor colosal. Las duras condiciones de vida de la época obligaron a L’Amour a aceptar todo tipo de trabajos; fue minero, boxeador, agricultor, marinero, entre otras muchas cosas. Esta gran variedad de experiencias, en especial el hecho de haber recorrido medio mundo como marinero, permitió que el prolífico autor adquiriera una gran educación. Claro que, como él mismo señala en su estupendo libro Education of a Wandering Man (La educación de un vagabundo), el grueso de su formación se lo debe a su infinita hambre de libros. Conocí muchas veces lo que es un estómago hambriento, pero también he conocido un hambre peor: la necesidad de saber y aprender.
Con el mismo espíritu de Erasmo de Róterdam, que cinco siglos antes había declarado: «Cuando tengo un poco de dinero, compro libros; y si me queda algo, compro comida y ropa», L’Amour prefería saciar su hambre de conocimiento en perjuicio del hambre física.
Por un tiempo, durante este período, viví de un sándwich al día para poder ahorrar dinero y comprar tres libros de los que había leído reseñas. Eran Matrimonio y moral por Bertrand Russell, Libertad bajo los soviéticos por Roger Baldwin y Hombres y máquinas por Stuart Chase.
Muchos creen que una gran educación se puede obtener solo asistiendo a instituciones prestigiosas, pero no es así, hoy más que nunca cualquiera con deseos de aprender puede hacerlo. Así lo pensaba L’Amour:
La idea de la educación ha estado tan ligada a las escuelas, universidades y profesores que muchos suponen que no hay otra manera, pero la educación está disponible para cualquiera que tenga al alcance una biblioteca, una oficina de correos o incluso un puesto de periódicos.
Hoy muchas personas sufren a causa de la ansiedad y la depresión, se les hace difícil hallarle sentido a la vida. Esto es algo que a mi me sorprende, porque todo lo necesario para vivir una vida significativa y feliz ya se encuentra escrito, solo basta con prestar atención a los grandes maestros de la humanidad.
No obstante, la mayoría sigue creyendo que para vivir no hace falta aprender nada, consideran que ya lo saben todo: ¿Por qué las personas son tan obtusas y creen que tienen todas las respuestas?
Ok, perfecto, educarnos nos ayuda a evitar errores evitables, y también nos ayuda a aprender a vivir, porque de lo que se trata la vida es de vivirla bien.
La educación debe proporcionar las herramientas para ensanchar y profundizar la vida, para apreciar mejor todo lo que uno ve o experimenta. Debe preparar a una persona para que viva bien la vida, para comprender lo que le está sucediendo a él, porque para vivir bien, uno debe vivir siendo consciente.
A pesar de la gran riqueza que nos brindan los libros, a pesar de que nos dan la oportunidad de vivir una vida extraordinaria y significativa, la triste realidad es que muchas personas no leen.
«Es que no tengo tiempo», es la excusa que con mayor frecuencia escuchamos decir a las personas que no leen. A menudo escucho a personas decir que no tienen tiempo para leer. Eso es una absoluta tontería. En el año en que llevé un registro de ese tipo, leí veinticinco libros mientras esperaba a otras personas: en oficinas, solicitando trabajo, esperando en la sala del dentista, esperando a mis amigos en un restaurante y en muchos lugares así. Leo en los autobuses, en trenes y en los aviones. Si uno realmente quiere aprender, uno tiene que decidir qué es importante. ¿Pasar una tarde en la ciudad? ¿Asistir a un juego de béisbol? ¿O aprender algo que te puede acompañar toda la vida?
Para concluir, unas últimas palabras del gran L’Amour en las que nos invita a priorizar el ser antes que el tener:
Finalmente, todos somos vagabundos en busca de conocimiento. La mayoría de nosotros tenemos el sueño de convertirnos en algo mejor de lo que somos, algo más grande, más rico, de alguna manera más importante para el mundo y para nosotros mismos. Con demasiada frecuencia, el camino tomado es el camino equivocado, ponemos demasiado énfasis en lo que queremos tener, en lugar de en lo que queremos llegar a ser.
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"Es gracias a la fuerza de la observación y la reflexión que uno encuentra su camino. Luego debemos cavar y profundizar sin parar" —Claude Monet
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Ya son muchas las veces que me ocurre lo mismo. En mi cabeza surge un pensamiento o una intuición, pero solo cuando encuentro que esa opinión coincide con la de algún ilustre pensador, o que es respaldada por alguna investigación científica, me atrevo a considerarla como factible. Mientras no encuentre confirmación externa, sigo dudando de ella. Mal asunto. Hace casi 2.000 años el poeta satírico Persio nos advertía contra esta nociva inclinación: Ne te quaesiveris extra, (No busques fuera de ti mismo).
En tiempos más recientes, aunque no actuales, el gran pensador americano Ralph Waldo Emerson hacía eco de las palabras de Persio en su indispensable obra Auto-Confianza:
Hay un momento en la formación de todos los hombres cuando se llega a la convicción de que… la imitación es un suicidio. Creed en vuestro propio pensamiento; creed que lo que es verdadero para uno en la intimidad del corazón, es verdadero para todos los hombres: eso es el genio. Expresad aquello de lo que estás convencido en tu interior y se convertirá, a su tiempo, en opinión universal; ya que lo más íntimo llega a ser lo más externo.
Pues bien, resulta que desde hace un tiempo vengo alejándome cada vez más del teléfono móvil. Quiero dejar de utilizarlo cada que hay un espacio en blanco.
Muchas de las mejores cosas de la vida se nos pasan inadvertidas por andar embelesados con la centelleante pantalla. No solo cosas que ocurren en el exterior, sino también las que ocurren en nuestro interior, que quizá, son aún más importantes. Esta afición nos priva de una diversión mucho más cautivadora y necesaria: pensar. Fue Einstein el que dijo: La alegría de ver y entender es el más perfecto don de la naturaleza.
Permanecer mucho tiempo con la mirada puesta en la pantalla no nos permite ni ver ni entender.
En lugar de ver la vida de forma directa, lo hacemos a través de un dispositivo. Esta mañana mientras leía el estupendísimo libro Zen y el arte del mantenimiento de la motocicleta, me encontré con la siguiente frase: La reflexión mental es mucho más interesante que la televisión, es una pena que más personas no se cambien a ella. Probablemente piensan que lo que escuchan en su mente no es importante, pero si que lo es.
Estas palabras, publicadas hace más de 40 años, cuando no había todavía internet, son hoy aún más pertinentes.
A mi me divierte mucho pasar el tiempo jugando con ideas, pero dudaba de que mucha gente lo pudiera encontrar interesante. Por ello me agradó ver confirmada mi intuición por parte del eminente Robert Pirsig, autor del libro mencionado antes. No obstante, ese parrafo también es un gran reproche a la desconfianza con que trato a mis propias ideas. Dicho lo anterior, volvamos al asunto de pensar, o mejor dicho, el de no pensar por andar entretenidos. Estar siempre mirando una pantalla nos priva de utilizar los tiempos de quietud para entendernos mejor, para descubrirnos. Estamos siempre escapándonos de nosotros mismos; le damos la espalda a nuestra realidad. De esta manera, nos negamos la oportunidad de reflexionar sobre lo que nos ocurre y así establecer correctivos. Y en ausencia del necesario espacio de reflexión, terminamos viviendo muy por debajo de nuestras posibilidades y necesidades. Cuando no sabemos quienes realmente somos, cuales son nuestros intereses y potencialidades, no es posible crear una vida que refleje esa singularidad. Vivimos la vida que viven los demás, no la nuestra. Y es una pena, que por andar chismeando en otras vidas, se nos pase sin darnos cuenta la nuestra, la que de verdad importa.
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"Entonces recuerde: solo hay un tiempo que es importante, ¡ahora! Ese es el más importante, porque es el único sobre el cual tenemos algún poder" —Leo Tolstoy
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Experimentar que avanzamos hacia la conquista de metas significativas, es una de las principales causas de satisfacción en la vida. Nuestra mente es una mente orientada hacia objetivos, la selección natural la ha diseñado de esta manera. El ser humano establece metas (conseguir alimento, refugio, pareja reproductiva, medios de supervivencia, etc.), y cuando progresa hacia su logro, su cerebro lo recompensa con una descarga de hormonas que lo hacen sentirse bien. Es feliz. Es así como madre naturaleza nos impulsa a actuar de forma que favorece sus intereses; entiéndase: reproducirnos para que los genes de la especie sobrevivan hasta la siguiente generación. Así que las personas que establecen metas y trabajan en su consecución, tienen mayores probabilidades de experimentar gran bienestar y satisfacción con la vida. En el lado opuesto, la sensación de estancamiento, la falta de progreso, es causa de ansiedad y malestar existencial. Ahora bien, las metas, con toda la dicha que proporcionan, también tienen su lado negativo: nos hacen sentir como si siempre a nuestra vida le faltara algo. Mientras no alcancemos el gran objetivo, no seremos completamente felices; aplazamos la dicha hasta que ocurra ese gran evento futuro. Seremos felices cuando terminemos los estudios, seremos felices cuando hayamos formado una familia, seremos felices cuando tengamos hijos, seremos felices cuando los hijos se hayan marchado y sean independientes. Y así, sucesivamente. Pero la vida no tiene porque ser un constante aplazamiento de la dicha. El hábito de mirar hacia el futuro —afirmó el intelectual inglés Bertrand Russell— y de creer que la vida no tiene otro sentido que el de producir el porvenir es pernicioso… La vida no debe concebirse como en melodrama en el cual el héroe y la heroína atraviesan dificultades increíbles hasta llegar a un final dichoso.
La vida no es entonces un viaje hacia un destino paradisíaco donde todo va a ser extraordinario.
La vida es ahora, es música, debiera ser dicha de principio a fin. Así es como la describe otro gran filósofo británico, Alan Watts: La existencia, el universo físico es básicamente lúdico. No hay necesidad de algo más en absoluto. No va a ningún lado. Es decir, no tiene un destino al que llegar.
Necesitamos ambas, la dicha que vivimos cuando progresamos hacia un fin que es importante para nosotros, y también disfrutar del día a día, apreciar todas esas pequeñas grandes maravillas que están a nuestra disposición de manera cotidiana. Una sencilla comida junto a personas que estimamos, el gozo de nuestra cama después de una jornada agotadora, el encanto de un atardecer...
La vida está llena de pequeños placeres que hacen que merezca la pena vivirla. No los despreciemos en espera de la “Gran cosa que está por llegar”. Si, esforcémonos por nuestras metas, pero avancemos hacia ellas llenos de gozo, con una sonrisa en la cara. Bailando y cantando mientras suena la música.
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"La disciplina es para profesionales. La motivación es para los aficionados " — J.R. Rim
Las personas que tienen la mentalidad de los profesionales son aquellas que cuentan con mayores probabilidades de alcanzar grandes triunfos; los que adquieren estatus de leyenda.
Aquellos que tienen mentalidad de aficionado, aunque pueden hacer algún progreso, jamás llegarán a codearse con los mejores. La mentalidad de los profesionales es algo que se puede cultivar, todos podemos adquirirla, por lo tanto, todos podemos convertirnos en leyendas.
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